Por Marina Colombo
Con mucha felicidad escribo estas palabras desde Bogotá, la primera parada del tour «Un viaje sin Distancia», con el que Jesús me invitó a visitar Colombia, Chile, Brasil y Argentina, con el propósito de compartir el amor y la alegría que brota en mi corazón al seguir su guía.
Llegué a Colombia con una oración muy profunda. En la forma parece que vine a enseñar, a dar charlas, talleres y retiros. Sí, parece que hay muchas palabras en este recorrido. Pero, más allá de las palabras, puedo reconocer que tengo el deseo de ser usada para recordar mi identidad, para recordar quién soy. Deseo que mis pensamientos, acciones y palabras provengan de un mismo lugar. Deseo una alineación completa con el Espíritu, ser honesta, coherente y consistente.
Y hoy, un par de días después de participar en el primer encuentro orquestado por el Espíritu en Bogotá, estoy convencida de que Él ha estado contestado mi oración y desde este lugar de amor siento compartir contigo los milagros que esta aventura está trayendo a mi mente.
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Estoy aquí únicamente para ser útil,
Estoy aquí en representación de Aquel que me envió.
No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo que debo hacer,
pues Aquel que me envió me guiará.
Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee,
porque sé que Él estará allí conmigo.
Y sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar.
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Esta hermosa oración de Un curso de milagros siempre está en mi corazón. Antes de una llamada, de tener un encuentro con un hermano o de iniciar una charla, acudo a ella para descansar y recordar que mi felicidad está en hacerme a un lado y permitir que el Espíritu me use.
Y esta oración estuvo muy fuerte en mi corazón el pasado 4 de abril, minutos antes de iniciar un Café para perdonar, una reunión íntima que fue posible gracias a Tatiana, Claudia y Catalina, compañeras poderosas que le dijeron Sí al Espíritu y están siguiendo los pasos que Él les ha dado.
Recuerdo que minutos antes de empezar la charla mi mente estaba en blanco. Sabía que más de 20 personas iban a asistir y yo no tenía idea de qué les iba a decir. Y no es que no me importe. Ante los ojos del ego, esto podría parecer una locura ¿Por qué no preparar las charlas? ¿Qué tal que llegue el momento de hablar y mi mente siga en blanco? ¿Qué van a pensar los otros de mí? ¿Pensaran que soy perezosa o que no valoro su tiempo y los esfuerzos que hicieron para llegar al evento?
El ego puede gritar, pero Jesús me recuerda en todo momento que tengo el poder de elegir qué voz deseo escuchar. Y decidí escuchar al Espíritu, la voz que solo habla de amor. Mientras las personas iban llegando al salón, cerré los ojos y oré:
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«Jesús, que tu presencia se haga presente a través de este encuentro, que tu amor se haga presente, por favor, responde a la oración del corazón a cada una de estas personas. Ayúdame a hacerme a un lado. Sé tú quien comunica a través de mí».
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No preparo las charlas porque cada una es parte de un proceso de confianza. Confío en que lo que necesite me va a ser dado. Confío en que se me van a dar las instrucciones sobre qué hacer, a dónde ir y qué decir. Jesús me ha mostrado que no tengo que saberlo de antemano y que, sí creo que ya sé lo que tengo que decir, estoy poniendo un obstáculo a la comunicación que se quiere dar en el momento presente.
Con esa confianza saludé a las primeras personas que llegaron y escuché a Tati, la organizadora del evento, darme la bienvenida y recordarnos a todos que estábamos juntos porque tenemos el deseo de encontrar paz y felicidad, y que esta reunión, responde a ese llamado de nuestro corazón. Al final de su presentación Tati dijo que Jesús iba a hablar a través de mí para cada uno de nosotros. Siento que en ese momento las dos nos unimos en esa confianza.
Cuando me llegó el momento de hablar, a mi mente llegaron muchas ideas, era como una corriente de ideas que veía en forma de imágenes. Sentía que había mucho por comunicar, pero que esa comunicación era mucho más profunda de lo que estaba diciendo verbalmente. En mi corazón había una presencia de amor y felicidad que deseaba comunicarse.
Me vi a mí misma hablando desde un lugar de mucha alegría. Conté que había llegado hasta allí porque estaba siguiendo mi corazón y que nada me da más felicidad que seguirlo sin importar los pensamientos del ego que me dicen que es imposible vivir sin planear. También compartí que este camino que estoy empezando, en el que parece que estoy enseñando a otros, se trata realmente de enseñarme a mí misma. Deseo compartir todo lo que he aprendido para reforzarlo en mi propia mente.
Les hablé de mi decisión de dedicar mi vida a orar, escuchar y seguir al Espíritu. Antes de empezar, uno de los asistentes, el único hombre, me preguntó sí a esto era a todo lo que me dedicaba. Recuerdo que le contesté con mucha alegría: sí, sí, completamente sí, a esto es a todo lo que me dedico.
Mientras tanto a mí mente seguían llegando muchas imágenes y yo no estaba segura de cómo iba a poder comunicar todo lo que me estaba llegando, pero una vez más confié en que el Espíritu se encargaría de hilarlo todo. Así fue cómo empecé a compartir algunas anécdotas de lo que ha parecido ser mi vida.
Les conté que a mis 20 años ya me sentía desolada. Aparentemente tenía una vida perfecta, vivía en Australia, tenía dinero, había alcanzado lo que el mundo dice que es el éxito. Había conquistado el mundo, pero nada me llenaba. Sentía que había vendido mi alma por nada.
Pero en ese momento, cuando acepté que no era feliz y que me sentía vacía, por primera vez me permití mirar hacía adentro, a pesar de la voz que me decía: «Jamás mires hacia adentro porque vas a ver tinieblas, vas a ver mucha oscuridad, no quieres mirar ahí, tienes que ser fuerte, tienes que luchar, tienes que ganar dinero, tienes que trabajar, no tienes tiempo para esto, tienes responsabilidades».
Les conté que me sentía tan desolada que de repente me encontré de rodillas en el suelo, implorando por ayuda.:
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«Necesito otro camino, tiene que haber otro camino y Dios, si existes, tienes que mostrármelo».
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Permitirme sentir fue el inicio de mi camino espiritual consciente. Lloré durante 3 días seguidos. Me di cuenta que había cargado con heridas y resentimientos con los que había construido una muralla dentro de mí. Sentí todo el dolor que había intentado esconder. Sentí la culpa, la rabia y la condena por las decisiones del pasado. Me permití sentirlo todo para poder liberarlo y reconocer que ya no quería seguir cargando con ello, que realmente quería ser feliz.
Mientras sentía y liberaba mis emociones empecé a ser consciente de una presencia dentro de mi corazón. Antes no tenía idea a qué se referían las personas cuando hablaban de seguir la intuición o la voz del Espíritu Santo. Pero, al dejarme sentir con completa honestidad, pude reconocer que el Espíritu me estaba impulsando.
Todo esto lo compartí en la charla. Las palabras se volvieron, ideas y las ideas se comunicaban sin esfuerzo consciente de mi parte. Podía ver como el amor mismo se estaba comunicando por sí solo, utilizando mi voz y usando mis experiencias como ejemplo práctico. Conte lo importante que ha sido para mí cuestionar mi percepción y mis creencias aplicando las lecciones de Un curso de milagros y cómo la práctica me ha llevado a tener experiencias de amor y verdadera felicidad.
Por momentos pude observar pensamientos del ego de querer que mis palabras tuvieran una estructura con comienzo, medio y final. Pero el Espíritu no habla así, el Espíritu habla dando una respuesta a lo que la mente necesita y eso no se puede preparar de manera lineal. Al pasar de largo el juicio del ego, podía inmediatamente, recordar que el Espíritu estaba a cargo, que Él sabía exactamente qué es lo que se necesitaba y que yo solo debía comunicar lo que Él pusiera en mi corazón.
En un momento me escuché a mí misma anunciando que íbamos a hacer un ejercicio de expresión para permitir que los asistentes al Café pudieran conectarse con sus emociones y exponer pensamientos privados que pudieran estar obstaculizando la presencia del amor.
Lo que pasó después fue hermoso. Varias personas abrieron su corazón y aunque temían ser juzgadas, expusieron los sentimientos y pensamientos que se sentían pesados y que ya no querían seguir cargando.
Recuerdo especialmente a una mujer que habló sobre su deseo de tener una relación santa y de las dificultades que estaba percibiendo con su pareja. En ese momento el Espíritu me guió a compartir los aprendizajes de una relación en la que estuve involucrada recientemente con el propósito de sanar la mente.
Les hablé sobre la sanación que experimenté en esa relación cuando nos dimos permiso de exponer pensamientos, que a juicio del ego pueden ser dolorosos, pero que al ser liberados me ayudaron a cuestionar la creencia de que el amor se encuentra fuera de mí.
Me sorprendió la cantidad de detalles que di de algunas situaciones que en su momento se sintieron muy intensas, pero esto me demostró que realmente siento el deseo de ser transparente, como un libro completamente abierto para que el Espíritu comunique a través de mí.
Y también me sorprendí cuando le dije a otra de las asistentes al Café que somos como niños pequeños que estamos aprendiendo a caminar y que nuestro Padre es tan amoroso que cuando nos caemos nos levanta y nos toma de la mano. Él nunca nos critica y por el contrario nos agradece cada vez que buscamos su ayuda. Me sorprendió escuchar el sonido de estas palabras salir de mi boca porque pude sentir que era un mensaje para mí, que en muchas ocasiones tiendo a ser muy dura conmigo misma.
El ego nos critica señalando todo lo que parece ser que estamos haciendo mal, pero es hermoso saber que el Espíritu es siempre tan amoroso y solo nos ve desde una perspectiva de amor.
Al final de la sesión mi corazón estaba repleto de felicidad. Algunas personas se acercaron para contarme qué la sesión les había llegado muy profundo. Uno de los mensajes fue el de una mujer que pudo reconocer que se había sentido muy incómoda durante toda la charla y que no creía que tanta felicidad fuera posible.
Siento que de eso se trataba Un café para perdonar. Cada una de estas personas tenía una oración en su corazón, un deseo por experimentar paz. El Espíritu conocía muy bien ese deseo y usó esta situación para ayudarlas a ponerse en contacto con las emociones y pensamientos que no estaban permitiendo la presencia del amor y aunque la respuesta no siempre se da en la forma en que esperamos, podemos estar seguros de que el Espíritu siempre contesta nuestra llamada.
Hoy puedo decir que mi oración fue contestada. Siento que detrás de los hermosos comentarios que recibí al final estaba el Espíritu diciéndome: Aquí estoy, respondiendo al deseo más profundo de tu corazón, respondiendo tu oración.
Y siento también como mi corazón se expandió. Siento que cada paso que se me da, cada viaje, cada encuentro tiene este propósito: expandir mi capacidad para amar y fortalecer mi conexión con el Espíritu Santo. Eso es todo lo que quiero, esa es mi única meta.
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Muchas gracias por leerme. Si estas palabras resuenan en tu corazón y sientes el anhelo de experimentar milagros y ser parte de esta aventura orquestada por Jesús, te invito a participar en alguna de las actividades que han sido organizadas (Consulta los eventos programados en este enlace).
También puedes contactarme a través de mi perfil en Facebook (marincolombo), en caso de que desees proponer alguna actividad adicional, compartir un almuerzo, un café o simplemente una llamada. También estoy abierta a recibir invitaciones de hospedaje u otras formas de apoyo.
Bendiciones de amor.